Me senté a ver Birdman, con una oleada de comentarios positivos a mi espalda. Aunque también hubo negativos, pero los puedo contar con los dedos de una sola mano. Poco a poco me fue atrapando la historia. No sé cómo, pero los planos y el seguimiento a los actores por cada uno de los vestidores y corredores del teatro, me hacían querer conocer más sobre los personajes. El reparto de la cinta fue preciso con la idea que el director y el guion exigía. Las líneas de dialogo con humor satírico mezclado con los planos secuenciales, me demostraron que estaba frente a una gran obra del séptimo arte, difícil de entender para muchos, pero así es el arte, cuando desborda genialidad.
Qué bueno ver a Michael Keaton con un buen papel. Con su interpretación de Riggan, ha logrado quitarme el estigma de Batman que aún le atribuyo. Sin embargo no se salva del todo, porque en la cinta está precisamente marcado en toda su carrera, por un superhéroe que lo persigue, que le habla. Cuando está en la cima, decide darle un vuelvo total a su vida y corta con el cine y se va al teatro. El espectáculo que creo en Broadway, en su esperanza. O funciona o se arruina.
Todo estaba casi listo. Faltaba un actor que le diera vida, veracidad a la obra, y ahí es cuando aparece otro de los personajes cruciales, él es Mike, interpretado por Edward Norton. Quien llega para darle fuerza a la función, pero va más allá. Con un concepto mediático para darla a conocer, aunque con bastante polémica. Quizá aquí el fin si justificaba los medios. Lo que más me impresiono desde el comienzo, es el manejo de cámara. No se siente atada, todo lo contrario, cada plano y seguimiento por cada uno de los corredores, dejaba ver más allá de los actores. ¿Alguna vez han querido tener de forma activa la banda sonora de su vida? En Birdman pasa algo similar a lo que muchos hemos pensando. Un ritmo frenético de batería acompaña muchas de las escenas, dándole un toque de humor o dramatismo, según el espectador lo sienta.
La obra en el escenario decía mucho de lo que en realidad vivían los actores en su propia vida. Todo circula alrededor de Riggan y sus infinitas ganas de re-encontrarse con el reconocimiento que tuvo cuando encarno a Birdman. Pues su débil popularidad, lo empuja cada vez más hacia su propio ímpetu de ser el mejor, olvidándose del superhéroe, aunque lo lleva y lo llevara siempre, porque ya hace parte de él.
También hace parte del elenco, Emma Stone. Ella es la hija de Riggan, quien está bastante involucrada en las redes sociales, aunque sus actuaciones en el diario vivir son contrarias a las que ha inculcado su padre. Ella es quien en parte, mantiene cuerdo y en la tierra a Riggan, sin embargo al final, se da cuenta que la realidad, puede ir siempre más allá. La película a mi modo de ver, no es lenta. Todo transcurre tan rápido, que engancha hasta el final. El director supo contar una historia entre el teatro y la realidad. No obstante era la misma historia, porque Riggan buscada ser querido, amado, y el público tenía lo que él quería, pero para lograrlo, debía entregarse hasta con la vida.
Hasta el momento había visto solamente 2 películas de Alejandro González Iñárritu, y me atrevo a decir que Birdman es lo mejor que ha hecho el director mexicano. Aunque Babel me encanto, Birdman fue más profunda, mordaz. Obras con historias así, hacen falta en el cine hoy en día.
Reparto: Michael Keaton (Riggan), Emma Stone (Sam), Zach Galifianakis (Jake), Naomi Watts (Lesley), Andrea Riseborough (Laura), Edward Norton (Mike). Director: Alejandro González Iñárritu (Babel, Biutiful, Amores perros).
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