¿Qué haría uno para proteger a su mejor amigo? Esa es la pregunta que se plantea en el final de la tercera temporada del show británico Sherlock, que ve a nuestro homónimo protagonista enfrentándose a uno de los villanos más enigmáticos de la historia del programa y haciendo lo imposible para mantener el status quo al que está acostumbrado, por el bien de todos. Como es típico de los últimos episodios del show (The Great Game, The Reichenbach Fall), se suben todas las apuestas, cada personaje está en severo peligro, y se hacen muchísimos cambios a la mitología de Sir Arthur Conan Doyle para dar lugar a un mayor desarrollo en sus protagonistas, pero que eventualmente juega a favor del episodio y de la calidad del programa.
Nadie, pero absolutamente nadie puede detener a Charles Augustus Magnussen (Lars Mikkelsen), dueño de algunos de los conglomerados mediáticos más importantes del Reino Unido y conocedor de los puntos débiles de casi todo habitante de los diversos países que lo componen. Finalmente, Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch) es llamado a ser intermediario con Magnussen, pero la tarea resulta ser más peligrosa de lo que todos los personajes creían. Como si fuera poco, el Doctor Watson (Martin Freeman) y su flamante esposa Mary (Amanda Abbington) tienen sus inconvenientes que tratar, y no es necesario remarcar que Magnussen pronto dará con ellos.
El episodio constantemente nos tiene en vilo y, si bien tiene un tono muy diferente al de sus antecesores de temporada The Empty Hearse y The Sign of Three, es un excelente broche que cierra una tercera edición de alta calidad, liderado por magníficas performances y un guión verdaderamente envidiable. Algo que les advertimos si aún no han visto el capítulo: no se vayan en cuanto escuchen la melodía característica del show, porque His Last Vow en su coda nos muestra un muy importante dato que impactará en la próxima temporada del programa… ¡y vaya qué dato!